Enamorarse es fácil, el reto es desarrollar una relación amorosa duradera.
-Claudia Morales Cueto
Podríamos decir que febrero es el mes más meloso del año. De repente empiezan a surgir corazones, cupidos y flores en las calles y en los centros comerciales, en los hospitales y en las escuelas. Todo invita a celebrar el amor y la amistad, a demostrar cariño, a comprar un regalo que muestre ese afecto, a inundar los días de romanticismo. Sin embargo, para las personas que han sufrido una decepción amorosa, este mes puede ser un recordatorio de su soledad, de las ilusiones rotas, de un pasado que no tuvo futuro.
El enamoramiento y el romanticismo tienen gran parte de sus cimientos en la idealización. Pensamos que nuestra pareja es «nuestra alma gemela», un ser maravilloso, sin fallas ni defectos. Los problemas se presentan cuando la realidad comienza a emerger, lo que es inevitable con el trato cotidiano. Uno de los primeros conflictos puede ser darnos cuenta que nuestra pareja no piensa lo mismo que nosotros, no quiere lo mismo que nosotros, no le interesa lo mismo que a nosotros. Sin madurez, las diferencias pueden ser una fuente de conflicto y llevar a la separación.
La fuerza de la autenticidad
Los neurocientíficos han probado que al cerebro le gusta la novedad y por ello es naturalmente curioso, como lo explica el investigador Todd Kashdan en su libro Curious? (¿Curioso?). Esa fue la primera razón por la que te sentiste atraído por tu pareja. Había algo diferente que te llamó la atención. Después fueron encontrando puntos de coincidencia, de intereses comunes. Pero es un error pensar que a partir de entrar en una relación cada uno debe renunciar a ser quien es. En los noviazgos adolescentes es frecuente que las personas dejen de ver a sus amigos y amigas, olviden sus aficiones e intereses y hagan de su pareja el centro del universo. Sin embargo, las relaciones se hacen más ricas cuando cada uno aporta desde lo que lo hace único, desde su ser auténtico. Una persona auténtica se muestra como es, lo que implica hablar con verdad y escuchar con aceptación. No sentirse amenazado porque el otro piense o sienta diferente, sino enriquecerse con su diferencia. No tomar una actitud defensiva ni ofensiva, sino receptiva y apreciativa. Brené Brown, quien es conocida por sus estudios acerca de la vulnerabilidad, en su libro Los dones de la imperfección describe la autenticidad de esta manera: “La autenticidad es una recopilación de elecciones que tenemos que hacer cada día. Se trata de la elección de mostrarse y ser real. La elección de ser honesto. La elección de dejar que sea visto nuestro yo verdadero”.
La fuerza de la humildad
Uno de los venenos de cualquier relación es estar señalando lo que hemos hecho a favor del otro y exigir que corresponda. La relación se convierte en una transacción, en la que se está buscando que haya un balance comercial y se señalan y reprochan las faltas y deudas. Esto causa estrés e insatisfacción, pues siempre habrá uno «más paciente», «más espléndido», «más generoso», y también una persona en falta: la que aparentemente no ha hecho tanto por la relación. Sin embargo, el amor es donación sin esperar nada a cambio y requiere de humildad. La verdadera humildad surge de saber que mi valor o el del otro no depende de los logros, de los puestos o de la cuenta del banco, el valor está dado por ser humano: todos somos valiosos como seres únicos e irrepetibles y, por tanto, dignos de respeto y amor. Todos tenemos aciertos, cualidades y talentos con los que podemos aportar a la familia y a la sociedad. También todos, no solo los demás, tenemos equivocaciones. Necesitamos humildad para reconocer que cada uno aporta a la relación desde lo que es. Ser el observador de la propia verdad, de la historia de vida con sus luces y sus sombras, abre la puerta del corazón a la compasión y al perdón.
La fuerza de la valentía
Cuando una relación comienza, buscamos instintivamente impresionar al otro con nuestra inteligencia, nuestra belleza o nuestro sentido del humor. Elegimos una máscara que se nos vea bien. Pero una relación no puede perdurar si falta el valor de expresar, si sólo busca impresionar. Hay que quitarse la máscara. La valentía del conocimiento mutuo pasa primero por la del conocimiento propio. A veces no tenemos el coraje de aceptarnos tal cual somos, nos da miedo aceptar nuestros defectos o carencias. A veces da miedo aceptar la verdad del otro, porque se rompe el ídolo que se ha hecho de él o ella. Sin embargo, para que una relación pueda superar los conflictos que inevitablemente se presentarán es necesario pasar de la ilusión a la realidad: abrir los ojos a lo que yo soy y a lo que él o ella es y aceptarlo; expresar lo que siento y lo que soy, y tener la valentía de ser íntegro.
Uno de los poemas más antiguos sobre el amor es el Cantar de los Cantares, que en uno de sus versos expresa: «fuerte como la muerte es el amor». La verdadera conexión se da cuando nos sentimos realmente vistos, escuchados, aceptados y valorados. Sólo como personas auténticas, humildes y valientes podremos formar el tan anhelado «nosotros», un amor fuerte, para siempre.
©Claudia Morales Cueto, 2020.